No haces el test.
👉 No tienes claro qué estilo te representa de verdad.

Sigues guardando referencias que no tienen nada que ver entre sí.
👉 Cuando vas a elegir algo para tu casa (una lámpara, una alfombra, una silla), te paralizas o eliges algo genérico “por salir del paso”.

Tu casa se llena de cosas que no terminan de encajar entre sí.
👉 Y eso se nota, no hay armonía.
👉 Cada espacio se ve como un rincón suelto y no como parte de un todo conectado.

Empiezas a evitar ciertas zonas de la casa.
👉 El salón no es cómodo, el dormitorio te da pereza, la entrada siempre está caótica.
👉 No te apetece estar en casa, aunque te encantaría que fuera tu refugio.

No consigues relajarte del todo.
👉 Aunque esté todo ordenado y limpio, hay algo que “no te termina de encajar”.
👉 Te cuesta concentrarte, descansar, sentirte inspirada.

Empiezas a pensar que el problema eres tú.
👉 Que no tienes gusto. Que no sabes decorar. Que no vales para esto.
👉 Tu autoestima se resiente. Te bloqueas más.

Se acumula frustración silenciosa.
👉 Te sigues sintiendo “desconectada” de tu casa… y, sin darte cuenta, también de ti misma.
👉 Porque tu casa no te refleja, no te contiene y no te recuerda quién eres.